En algunas ocasiones los medios de comunicación masiva nos informan acerca de personas que, de manera compasiva, hacen obras de bien para la comunidad donde viven o extienden su ayuda más allá de su entorno geográfico. A menudo, el periodista que realiza la cobertura de esa clase de noticias titula su informe con frases tales como: “Ejemplos de vida”, “Héroes o heroínas…”, “Modelos para imitar”, etcétera.
A veces, no siempre, estas personas reciben el reconocimiento de parte de los vecinos o de las autoridades de su municipio; algunas lo aceptan gustosamente; otras, en cambio, prefieren el anonimato.
Es necesario decir que, en tiempos de tanto individualismo e indiferencia social como en los que vivimos actualmente, estas personas desarrollan una tarea muy digna, pero no l ogran cubrir la necesidad espiritual de aquellos a quienes asisten.
La Biblia dice: “Ustedes son la luz del mundo. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo” (Mateo 5: 14,16, NVI). Como hemos leído, Jesús nos afirma que somos la “luz del mundo” y nos indica que debemos hacerla brillar delante de los demás, pero no para beneficio propio o para recibir algún homenaje, sino para que “ellos”, es decir, las personas que viven y caminan en la oscuridad de este mundo, puedan ver las buenas obras y alaben a Dios por ellas. Todo lo que hagamos debe conducir a la alabanza a Dios y no dejar “nuestro sello personal”.
A diferencia de las acciones de caridad, las buenas obras de las que habla Jesús, iluminan. Cuán preciada es en tiempo de angustia una palabra de consuelo, un abrazo transmisor del amor de Dios o una sencilla oración; o cuán grata es la compañía de a lguien, en quien habita la palabra de Cristo, cuando se vive en soledad y olvidado.
Si miráramos a nuestro alrededor con detenimiento, podríamos ver a muchas personas que esperan tácitamente que brille nuestra luz. Simplemente tenemos que accionar en nosotros el versículo 16 del citado pasaje de Mateo: “Hagan brillar su luz delante de todos…” y realizar las obras que el Señor preparó con anticipación para que hiciéramos. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efesios 2:10, NVI).
Si disponemos nuestros corazones y somos sensibles a su voz, Dios nos guiará a esas buenas obras, preparadas de antemano para iluminar a aquellos que hoy transitan la oscuridad en busca de la luz, y que darán gloria a Su Nombre.
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