miércoles, 16 de febrero de 2011

¡Música Evangélica en la Iglesia Adventista! / ¿Perdiendo la visión?


"Creo que ya me gusta la música evangélica. La encuentro atractiva, y quizá la única diferencia entre un adventista promedio y yo, sea que escribo lo que pienso."

Hace unos días en una iglesia, evidentemente adventista, estaban presentando un concierto de alabanza y adoración. Mi esposa y yo lo disfrutamos mucho. Fue una gran noche salvo por un detalle.

Cuando los hermanos nos sentíamos en comunión con Dios, de repente sonó una canción de Marcela Gándara que los concertistas entonaron a viva voz y muy felices pues el momento lo ameritaba. Todo era perfecto, sólo que Marcela Gándara no es adventista¿Está bien que una canción no adventista suene en una iglesia adventista? Francamente, ya ni sé.

Cuando volteé para ver la reacción de mis hermanos ante la canción notablemente inapropiada para la ocasión, esperé encontrarlos contrariados como yo lo estaba. Para mi sorpresa los percibí muy eufóricos cantando a Marcela y tomando algunas fotografías en el celular.

¿Por qué esta situación me alarma? Vamos Kebby la música es así, contagiosa.Mi primo Vladdi diría: “Kebby, la música es muy ecuménica”, cuánta razón tiene. Resulta sencillo detener una oleada de doctrinas falsas con la Biblia en mano. Somos expertos en definir a la muerte como el fin de todo y no como un comienzo a otra forma de vida. O argumentar sólidamente a favor del 22 de octubre de 1844 como el inicio del Juicio Investigador. Pero fallamos cuando se trata de la música, porque es difícil resistirse a su encanto tan envolvente y grato.

De repente sentí que estamos siendo muy permisivos con esta música (incluso quizá mis lectores cuestionen si la música de Marcela es inapropiada o no). Poco a poco se ha ido introduciendo en nuestros cultos. Primero ciertos coritos evangélicos, luego Jesús Adrián Romero y ahora Marcela Gándara. Es increíble que esté escribiendo esto, pero presiento que paso a paso, un poquito aquí un poquito allá, vamos perdiendo terreno y en mi propia experiencia, ni se me ocurre qué hacer para ayudar a detenerlo. Y no sé, porque dudo mucho si debamos detenerlo. Quizá la música evangélica sí deba cantarse en la iglesia. Dicho esto último, es evidente que he sido afectado por ella.

A esto se le llama transigencia. Siendo más teológicos sería sincretismo. Yo prefiero llamarlo descuido espiritual. Olvido de la relación con Jesús, negligente comprensión de la alabanza y la adoración.

El salón donde llevé clases en la facultad de teología está al lado del Aula Magna de la universidad donde realizamos los cultos de adoración regulares. Hace unos días se festejó una Semana de Conferencia para los estudiantes del colegio, y fiel al estilo ya establecido, la música de Marcela Gándara, Adrián Romero, entre otros que desconozco pero cuyo ritmo me impacienta, sonaban libremente sin despertar la menor aprensión entre mis compañeros y pienso también en profesores. ¿Por qué no se manifiestan los doctores y teólogos? El que calla otorga.

He oído a hermanos adventistas, de quienes se espera cierta madurez al hablar de estos temas, mencionar que la agrupación “Tercer Cielo” tiene canciones verdaderamente inspiradas. Discrepo con ellos porque he oído temas de “Tercer Cielo” y definitivamente su marcado estilo rítmico-moderno hace que me preocupe más por esta situación.

Por otro lado, a manera de confesión, de ninguna manera tengo la autoridad moral para condenar la música no adventista en nuestros púlpitos. Yo mismo en este blog, he promocionado música evangélica y he provisto la descarga de ella con anuncios llamativos para mis lectores. Supongo que no pude resistirme a su encanto. Alguna vez un lector me llamó la atención por ello escribiéndome que eliminara esas canciones, pero hice caso omiso a propósito. Y así es el pecado, obstinado.

Debo admitir, no sin punzante impaciencia, que creo que ya me gusta la música evangélica. La encuentro atractiva, y quizá la única diferencia entre un adventista promedio y yo, sea que escribo lo que pienso. ¡Vamos, no nos engañemos más! A los adventistas nos gusta la música evangélica. La llevamos en el carro, en la laptop, la escuchamos en casa y tarareamos al ducharnos. Escribo estas líneas oyendo a Adrián Romero a propósito y no siento el menor remordimiento. En palabras evangélicas, he sido ministrado.

Cuando abro Windows Media Player lo primero que se me ocurre escuchar es a Marcela Gándara, Juan Luis Guerra (versión cristiana) o Jesús Adrián Romero. Rara vez pienso en un cantante adventista y finalmente razono:¿para qué oír a los cantantes adventistas? Al final de cuentas, muchos de ellos plagian canciones evangélicas, parece que ni ellos mismos creen en su propio talento.

No quiero condenar la música evangélica, sólo manifiesto mi preocupación. Sé que mis lectores pensarán que estoy siendo muy conservador, o que soy un tipo aburrido, tradicional y viejo. A riesgo de parecer así, escribo estas líneas turbado porque aunque experimento placer al oír música evangélica nunca me he sentido feliz con ella. Tal vez algún arrobamiento musical o emocional.Quizá algún arpegio de guitarra o redoble de batería me haya emocionado livianamente; pero no me ha hecho sentir en Jesús. No como cuando oro con el corazón compungido o cuando me rindo ante la gloria de Dios. Por otro lado, es nuestro deber admitir que la música adventista tampoco hace gran diferencia.

Mis apetitos e inclinaciones disfrutan de la música evangélica, pero mi razón me dice que algo anda mal. Para mi fortuna, el primer paso para superar un problema es identificarlo. El camino a la victoria se torna oscuro e impreciso para mí ahora, pero Jesús me ayudará.

¿Qué hacer? No sé. Condenarla y pretender erradicarla de raíz sería una solución determinante pero traería ciertas consecuencias. Permitirla de poquito a poquito es transigir con ella. Hacernos los desentendidos es coludirnos y terminar siendo cómplices a favor de este género musical. No se me ocurre nada, ¿y a ti?

¡La música es hermosa, pero cuando trae las piedras del camino, qué problemática se vuelve! Empiezo a pensar que la música en sí misma es muy mala, felizmente estoy equivocado. Y eso que no hemos tocado el tema de los mensajes subliminales.




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