Una Mirada a Hebreos 6:4-12
Por: Héctor A. Delgado
Nota: Este comentario constituyen mis reflexiones sobre algunos aspectos teológicos que considero de interes en mis lecturas de los materiales de textos asignados por la universidad donde curso mi lecenciatura en teología.
1. ¿Cuál es su interpretación de Hebreos 6.4-12? ¿Cree usted que un cristiano puede perder su salvación? Explique.
El texto en cuestión dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (RV 1960).
Respuesta: Debo reconocer que estos versos desafían nuestra mente y nos llena de una reverente necesidad de entenderlo lo más correctamente posible. Creo que tener pendiente el siguiente principio de interpretación nos ayudará de cometer errores indeseados y lamentables: Los textos difíciles deben ser estudiados a la luz de los más fáciles y no viceversa. Por consiguiente, mientras más rápido echamos mano de este sencillo principio, mejor nos irá a la hora de hacer una exégesis de este texto.
Antes de procurar exponer mi punto de vista, presentaré una serie de comentarios representativos sobre este difícil pasaje. Es probable que mi solución quede expuesta antes de finalizar mi respuesta. Personalmente me tomé tiempo para leer el texto una y otra vez, así como consultar algunas obras especializadas, y al ver como los autores marchaban por terrenos diferentes, me permitió reconfirma la dificultad de este pasaje. El método que usaremos será el siguiente: Citaremos algunas partes, y la analizaremos a la luz del entendimiento de algunos eruditos que han escrito extensamente sobre este parte de Hebreos. Muchas veces el análisis de la gramática griega de este pasaje es entendido de la misma manera por eruditos de diferentes tendencias teológicas. Creo que el mayor obstáculo que enfrentan algunos especialistas no es la dificultad de asimilar la gramática del texto, sino el hecho de entender este pasaje a la luz de sus propios sistemas de creencias. No todos los académicos tienen la humildad para aceptar la realidad de otras ideas en contraste con las suyas.
Veamos ahora brevemente las posiciones que existen sobre este pasaje:
1) “Los que una vez fueron iluminados […]”. Se discute qué significa esta iluminación. Algunos creen que es una referencia al bautizo cristiano.[4] Este es aparentemente el sentido que tenía esta palabra en la mitad del segundo siglo para los cristianos de Roma. Por otro lado, se reconoce que el verbo “iluminado” tiene otros sentidos en las Escrituras. En el cap. 10:32 se usa la misma palabra con el sentido de “conocimiento de la verdad” (cf. cap. 10:26). Este verbo aparece solo dos veces en la carta a los hebreos, pero aparece nueve veces en otras partes del Nuevo Testamento (NT de aquí en adelante), y con significados distinto a ser bautizados (cf. Apoc. 18:1; 21:23; 22:5; 1 Cor. 4:5; Luc. 11:36, etc.). Obviamente ser “iluminado” constituye una referencia a ser bendecido con el conocimiento de la verdad: “[…] para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efe. 1:17-18; cf. cap. 3:9; 2 Tim. 1:10). Siguiendo el principio de que la Biblia es su propio intérprete, debemos descartar la posible referencia al bautizo con el verbo “iluminado”.[5]
2) “Y gustaron del don celestial […]”. Esta expresión denota la eucaristía y consecuentemente “la suma total de las bendiciones espirituales que están selladas sacramentalmente y cobran sentido en la eucaristía”.[6] Pero, ¿es esto lo que significa el “don celestial”? Algunos eruditos pueden decir: “Cualquier interpretación especial, tal y como la de la eucaristía o más generalmente la de perdón, paz y otras similares, queda corta de la idea general que se requiere aquí”.[7]
No hay que ver la expresión “don celestial” en forma tan ambigua o restringida, pues la misma Escritura nos dice cuál o cuáles constituyen los dones celestiales. a) Jesús, “el don de Dios” (Jn. 3:16; 4:10). b) El Espíritu Santo (mencionado directamente en este pasaje, v. 4b), (Jn. 14:16; Hech. 2:38; 8:20, etc.). c) La gracia de Dios y el don de la justicia (Rom. 5:15, 17; 2 Cor. 9:15; Efe. 4:7). “El don celestial” puede ser una expresión superlativa que abarca todos estos demás dones que vienen en y por un solo medio: nuestro Señor Jesucristo. Es probable también que el escritor inspirado sencillamente esté haciendo referencia el don de la salvación o quizá un don especial del Espíritu (Rom. 5: 15; 1 Cor. 12, cf. Heb. 6:4b).
3) “Hechos partícipes del Espíritu Santo […]”. Esta declaración no es inconclusa como parece sugerir F. F. Bruce, relegando su significado a las expresiones siguientes. No descarto que esta expresión deba ser entendida en el contexto de las otras que le anteceden y siguen, ya que “el original griego indica la estrecha relación que hay entre la cláusula precedente y esta”.[8] Lo que creo es que la frase en sí misma tiene suficiente peso y sentido como para entender a lo que hace referencia. De no ser así, creo que sería la única de la lista presentada aquí.
La participación del Espíritu Santo puedo ser una realidad para los cristianos hebreos por medio de “un derramamiento” del Espíritu como poder iluminador y regenerador que dio como resultado la conversión (Juan 3:5; Tit. 3:5-7), o mediante el impartimiento de algún don especial para la edificación de la iglesia (1 Cor. 12).
Craig S. Keener nos dirá que el “judaísmo primitivo limitaba la posesión del Espíritu. Los Rollos MM limitaban la actividad del Espíritu Santo a la congregación de los hijos de la luz; es decir, los que estaban de acuerdo con ellos […]”.[9] Luego nos dirá claramente que “’iluminados’ o ‘alumbrados’ claramente significa convertidos, como en 10:32; los Rollos MM similarmente hablan de sus maestros como los ‘iluminadores’ y de sus maestros como ‘hijos de luz’ […] tanto el uso de ‘celestial’ en la carta (cf. el 3;1; 8:1-5) como la iluminación del Espíritu Santo a los cristianos en la literatura cristiana primitiva, también indican que esta persona era genuinamente convertida”.[10]
4) “Asimismo gustaron de la buena Palabra de Dios y los poderes del siglo venidero […]”. El “asimismo” usado aquí da énfasis a la “participación” del Espíritu. No solo es que los destinatarios de este fuerte mensaje habían “tenido parte en el Espíritu Santo” (NVI), sino que también “gustaron” (gr. géuomai), “la buena Palabra de Dios”. El verbo “gustar” es muy enfático, no hace referencia a una experiencia o conocimiento superficial, denota “estudio, meditación y aceptación”.[11] Los cristianos hebreos escucharon la “buena Palabra”, la estudiaron detenidamente, la meditaron profundamente y la aceptaron gozosamente. Esto solo puede ser verdad si se hace referencia a cristianos genuinamente convertidos.
Pero hay algo más que “gustaron”, “meditaron” y “aceptaron” los creyentes referidos en estos versos: “los poderes del siglo venideros”. Algunos han visto aquí una referencia a las “obras poderosas” que acompañaron a la proclamación del Evangelio como señales que atestiguaban que “el siglo venidero ya había entrado en el siglo presente”.[12] “En principio nos es dado experimentar en la era presente los poderes que pertenecen a la era futura […] Cuando la era venidera amanezca, conoceremos plenamente los poderes sobrenaturales que ahora se nos permite observar”.[13] William Barclay nos dirá: “El cristiano saborea ya, aquí y ahora, las bendiciones de la era por venir, del Reino de Dios. Aun en el tiempo prueba, saborea ya anticipadamente la eternidad”.[14]
El hecho de que estos cristianos habían “gustado” los “poderes celestiales” denota que habían participado de ellos, “ya fuera recibiendo personalmente una curación u otro beneficio, o haciendo un milagro, o haberlo presenciado”.[15] En esta parte concluye la lista de bendiciones. Barclay observa que el “autor de Hebreos completa así su brillante catalogo de bendiciones del cristiano; y después, de pronto, resuena como un trueno: ‘¡Pero se vuelven apóstatas, se vuelven atrás!’”.[16]
Y con esta declaración llegamos a la parte que define todo el asunto: “Es imposible que […] sean otra vez renovados para arrepentimiento […]”. Ahora debemos notar que la enumeración de las “diferentes cualidades” era sólo “para mostrar que esas personas habían tenido una experiencia auténtica. Habían sido testigos del gran poder de Dios en su vida y en la de otros. Se les había confiado mucho, y mucho se les pediría”.[17] Es difícil entender estas declaraciones de otra manera. He leído el pasaje una y otra vez y no puedo verlo de otra forma.
Es natural comprender que los que creen en la doctrina de la perseverancia eterna de los santos no pueden ver ni aceptar la idea que acabo de puntualizar en el párrafo anterior. Porque, ¿cómo permanecería de pie su sistema de creencias? Deben buscar una respuesta como alternativa que los inmunice contra la verdad sostenida por estos versos.
Hay que reconocer que este pasaje y otros que aparecen en la misma carta a los Hebreos (cf. caps. 2:1-4; 3:7-4:13; 10:26-39; 12:12-29), así como en otras partes de la Biblia, plantea cuestiones serias a la doctrina de la perseverancia eterna de los santos. Por ejemplo, la permanencia en la fe y los privilegios que comporta se presenta una y otra vez en la Biblia como un hecho condicional, sujeto a. Por ejemplo, después que el apóstol Pedro expuso las virtudes de la vida cristiana, dijo categóricamente: “Si hace estas cosas no caerán jamás y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor Jesucristo […]” (2 Ped. 1: 12b-13, NVI). Pero el aspecto de condicionalidad no debe asustarnos, como si eso fuera a causar el colapso del Plan de la Salvación, o fuera a erosionar la soberanía divina; sencillamente significa que algunos seres humanos lo aceptan mientras otros no, y que algunos que lo han aceptado permanecerán firme por la fe, mientras que otros no.
De igual manera, cuando leemos la historia de Abrahán, descubrimos (muy a pesar de que se nos ha dicho que esas promesas eran incondicionales) que existía un elemento condicional para retener semejantes promesas. Dios le digo claramente que la única manera que Él podía cumplir “lo que le había prometido”, era si instruía “a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del SEÑOR y pongan en práctica lo que es justo y recto” (Gén. 18:19, NVI). Luego le hizo saber a Isaac que derramaría sobre él las mismas bendiciones por una razón fundamental: “Porque Abraham me obedeció y cumplió mis preceptos y mis mandamientos, mis normas y mis enseñanzas” (Gén. 26:5, NVI, las cursivas no están en el original). Aquí no se habla de salvación por obras, pero sí se habla de la perseverancia en el camino de Dios por la fe. Estos versos revelan que las bendiciones de las promesas podía perderse si no se mantenía una relación de sumisión y fe a la voluntad revelada de Dios. Cuando la nación de Israel no mantuvo este estándar de fe, ¿qué ocurrió? Fueron desechados y en su lugar surgió la iglesia cristiana. Los cristianos son llamados en la carta a los Hebreos “los herederos de la promesas” (Heb. 6:17, cf. 12b).
Simón J. Kistemaker reconoce que “estamos ante un misterio cuando vemos a Dios sacar de Egipto a la nación escogida, Israel, y luego destruir a la gente de veinte años y arriba en el desierto (Nm. 14:29); o cuando vemos a Jesús pasar una noche en oración antes de designar a Judas como uno de su discípulos (Lc. 6:12, 16) y más tarde declarar que Judas estaba ‘condenado a la perdición’ (Jn. 17:12); y también cuando vemos a Pedro aceptar a Demas como compañero evangelista y ver cómo éste años más tarde abandona a Pablo porque, en las palabras del mismo Pablo, ‘Demas amaba este mundo’ (2 Tim. 4:10)”.[18] Luego observa perspicazmente que “el escritor de Hebreos observa que los desobedientes israelitas murieron en el desierto a causa de la incredulidad. Por analogía, es real la posibilidad de que personas que han confesado a Cristo, caigan (Mat. 7:21-23)”.[19]
Creo que la Biblia revela una y otra vez que aquellos que heredarán la eternidad no son los que fueron objetos de una decisión o determinación divina, sino aquellos que aceptaron voluntariamente el “don celestial” y después de aceptarlo, perseveraron en la fe. La fe, si bien es un don de Dios, es también nuestra respuesta al don que Dios nos ha dado en su divino amor (Jn. 3:16). Una y otra vez leemos: “Al que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mat. 10:22; 24:13; Mar. 13:13). También leemos repetidas veces: “Al que venciere […]” (Apoc. 2:7, 11, 17, 26; 3:12; 21). Luego leemos categóricamente: “El Espíritu y la esposa dicen: “¡Ven!” Y el que oiga, también diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed y quiera, venga y tome del agua de la vida de balde” (Apoc. 22:17). Es claro, “el que tenga sed y quiera”.
Entonces, qué decir de la imposibilidad de arrepentimiento de las personas referidas bajo semejantes forma de apostasía. Ya referimos que “los alcances de la caída pueden ser juzgados por los privilegios concedidos”. Como los privilegio son tantos, la caída (en este contexto) será fatal. Pero es bueno saber que “cuando leemos este pasaje, debemos recordar que se escribió en una época de persecución: y en tiempos así la apostasía es el pecado capital”.[20] Doscientos años después de haber sido escrita esta carta, cuando concluyó la persecución del emperador Dioclesiano, la “única prueba que le aplicaban a los miembros de la Iglesia que había sobrevividos, era: ‘¿Renegaste de Cristo para salvar la vida?’ Si había renegado de su Señor, desde entonces tendría cerrada la puerta de la iglesia”.[21]
En nuestro pasaje resulta claro que el autor de la carta a los Hebreos tiene un pecado en mente: la apostasía deliberada. En relación con otro tema, el autor de Hebreos nos dirá: “Si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrifico por el pecado” (cap. 10:26). “El escritor nada dice en cuanto a la restauración de un pecador endurecido; a lo que se refiere es a la imposibilidad de quitar el pecado a causa de que la persona peca deliberadamente. La palabra deliberada recibe todo el énfasis en el griego original por estar en primer lugar en la oración”.[22] De manera que lo nuestro autor no dice, no demos decirlo nosotros.
Algunos interpretan la declaración “renovados para arrepentimiento” como “para que se produzca el deseo de arrepentirse”. Luego se nos dice: “Este no es el caso de un hombre que procura volverse a Dios, pero que le es imposible arrepentirse, sino el de un hombre que no desea regresar a la vida de la cual se apartó”.[23]
La correcta interpretación de este pasaje también depende mucho de la comprensión que tengamos del participio griego que se traduce “crucificando”. Esta construcción griega con un participio “puede expresar tiempo, causa, condición o propósito”. De manera que algunos interpretes han sugeridos que el sentido aquí es temporal por lo que el pasaje debiera traducirse: “es imposible renovar el arrepentimiento mientras continúen crucificando al Hijo de Dios”. Es común este uso temporal del participio en las Escrituras. Entonces, si así se acepta este sentido, lo que el pasaje está diciendo es que “los que han apostatado no pueden ser restaurados mientras continúen sin arrepentirse”. Entonces entra aquí en efecto el consejo de Santiago: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (cap. 5:20). Este parece ser el sentido cuando se lee en las versiones RV 1960, NVI o BJ. Entonces, es evidente que existe la posibilidad de que un cristiano se aparte de la verdad e incluso que pueda ser rescatado de su estado de apostasía.
Por otro lado, si aceptamos el uso causal del participio (“en vista de”, “puesto que”, “debido a”, etc.), entonces debemos considerar que nuestro difícil pasaje se ocupa del pecado imperdonable, “pues los culpables de este pecado son los únicos que no pueden ser renovados para arrepentimiento. Este pecado generalmente se manifiesta en un continuo rechazo de las invitaciones de Dios y de las súplicas del Espíritu. Se trata de un endurecimiento del corazón, hasta que ya no hay ninguna respuesta a la voz de Dios. Por esta razón una persona que ha pecado contra el Espíritu no siente arrepentimiento, ni experimenta dolor por su pecado, ni desea apartarse de él, pues no hay una conciencia que lo acuse. Si alguno tiene el sincero deseo de hacer lo correcto, puede creer confiadamente que aún hay esperanza para él.
“Esto debería ser una fuente de consuelo para el alma desanimada, pero de ninguna manera debería usarse como un incentivo para el descuido. Dios desea consolar a los desconsolados, pero también quiere advertir a su pueblo en cuanto al peligro de llegar al punto sin retorno”.[24]
Resulta claro entonces que lo “imposible” viene a razón de lo que se rechaza. Esta clase de apostasía deja al ser humano vacío de Dios y más allá de su amor redentor. Estamos hablando aquí del pecado imperdonable. Y de este tipo de pecado no es posible rescatar a alguien (cf. 1 Jn. 5:16).
Veamos ahora brevemente algunas palabras sobre la declaración “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Estas palabras obviamente son metafóricas, pues no es posible que Jesús sea crucificado físicamente “de nuevo”. Pero la expresión “de nuevo” posee un sentido muy singular ya que esta carta fue enviada a judíos convertidos al cristianismo. Fueron los judíos precisamente que rechazaron originalmente a Cristo (cf. Jn. 1:11), y ahora que muchos de ellos (incluyendo líderes importantes) lo habían aceptado como el Mesías estaban siendo sacudidos en su fe y corrían el riesgo de apostatar de la verdad del Evangelio. De manera que “de nuevo” es parte de esta seria advertencia. Es una expresión que pone el dedo en una llaga dolorosa, pero que debía ser sanada por la permanencia en la nueva doctrina por medio de la fe. La incredulidad había hecho naufragar a sus antepasados (Heb. 3:16-19), y también podía hacerlos colapsar a ellos, de manera que, la única forma de mantenerse de pie, no era confiando en un inexorable decreto divino, sino en disponerse personalmente a labrar su “salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). La fe es algo subjetivo, es un don de Dios vertido en nuestra mente y corazón, por lo tanto, debe ser cultivada día a día por medio de la contemplación, el estudio de la Palabra de Dios y la sumisión voluntaria y dispuesta a la voluntad de Dios.
La advertencia es seria, porque lo que puede ocurrir es grave, pero en el verso 9 el Apóstol pone su mano sobre los hombros de estos creyentes y les dice con amor: “Queridos hermanos, aunque nos expresamos así [con semejante fuerza y seriedad], estamos seguros que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación [no a la perdición]” (NVI). Luego en los versos 10-11 enumera algunas de sus buenas obras que son en sí mismas evidencias de la fe que ha estado operando en ellos (cf. Sat. 2:17-26). Entonces viene el mejor de los consejos: “No sean perezosos [no se sienten], más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas” (v. 12, NVI). Los cristianos hebreos tenían dos grupos como ejemplos: 1) Sus antepasados que habían triunfados a pesar de que muchos otros cayeron en el camino (Heb. 11; 21:1), y 2) los que en sus propios días estaban “heredando” las mismas promesas, ya fueran de su propio pueblo de entre los gentiles (cf. Rom. 9:30-32). Así que, si tantas personas habían perseverado y triunfado por la fe y aun en el presente estaba algunos perseverando y triunfando por la fe, ¡ellos también podían hacerlo!
No puedo ver aquí otra cosa que la triste realidad de que los cristianos (y no voy a decir “cristianos verdaderos” emitiendo juicio sobre ellos, algo que solo corresponde a Dios), pueden perder su fe, pero mucho más, veo también aquí la realidad de que también podemos permanecer en la fe, gracias a las advertencias, correcciones y motivaciones que nos da la misma palabra. Termino con un pasaje que contiene ambas verdades:
“No desechéis, pues, vuestra confianza, que tiene grande recompensa. Porque la perseverancia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poco, muy poco más, y el que ha de venir vendrá, y no tardará’. ‘Ahora el justo vivirá por la fe. Pero si retrocede, no me agradará’. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que creen y alcanzan la salvación” (Heb. 10:35-39). Esta es la verdadera perseverancia de los santos, aquella que proporciona seguridad eterna.
Nota: Este comentario constituyen mis reflexiones sobre algunos aspectos teológicos que considero de interes en mis lecturas de los materiales de textos asignados por la universidad donde curso mi lecenciatura en teología.
1. ¿Cuál es su interpretación de Hebreos 6.4-12? ¿Cree usted que un cristiano puede perder su salvación? Explique.
El texto en cuestión dice: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (RV 1960).
Respuesta: Debo reconocer que estos versos desafían nuestra mente y nos llena de una reverente necesidad de entenderlo lo más correctamente posible. Creo que tener pendiente el siguiente principio de interpretación nos ayudará de cometer errores indeseados y lamentables: Los textos difíciles deben ser estudiados a la luz de los más fáciles y no viceversa. Por consiguiente, mientras más rápido echamos mano de este sencillo principio, mejor nos irá a la hora de hacer una exégesis de este texto.
Antes de procurar exponer mi punto de vista, presentaré una serie de comentarios representativos sobre este difícil pasaje. Es probable que mi solución quede expuesta antes de finalizar mi respuesta. Personalmente me tomé tiempo para leer el texto una y otra vez, así como consultar algunas obras especializadas, y al ver como los autores marchaban por terrenos diferentes, me permitió reconfirma la dificultad de este pasaje. El método que usaremos será el siguiente: Citaremos algunas partes, y la analizaremos a la luz del entendimiento de algunos eruditos que han escrito extensamente sobre este parte de Hebreos. Muchas veces el análisis de la gramática griega de este pasaje es entendido de la misma manera por eruditos de diferentes tendencias teológicas. Creo que el mayor obstáculo que enfrentan algunos especialistas no es la dificultad de asimilar la gramática del texto, sino el hecho de entender este pasaje a la luz de sus propios sistemas de creencias. No todos los académicos tienen la humildad para aceptar la realidad de otras ideas en contraste con las suyas.
Veamos ahora brevemente las posiciones que existen sobre este pasaje:
a) Se habla aquí de cristianos que pueden perder la salvación.[1]
b) Un argumento hipotético para advertir a los cristianos hebreos inmaduros que deben avanzar hacia la madurez.[2]
c) Se refiere a cristianos que solo profesaron serlo, pero su apostasía realmente revela que no lo eran.[3]
Y así estamos listos para comenzar a analizar los siguientes puntos.1) “Los que una vez fueron iluminados […]”. Se discute qué significa esta iluminación. Algunos creen que es una referencia al bautizo cristiano.[4] Este es aparentemente el sentido que tenía esta palabra en la mitad del segundo siglo para los cristianos de Roma. Por otro lado, se reconoce que el verbo “iluminado” tiene otros sentidos en las Escrituras. En el cap. 10:32 se usa la misma palabra con el sentido de “conocimiento de la verdad” (cf. cap. 10:26). Este verbo aparece solo dos veces en la carta a los hebreos, pero aparece nueve veces en otras partes del Nuevo Testamento (NT de aquí en adelante), y con significados distinto a ser bautizados (cf. Apoc. 18:1; 21:23; 22:5; 1 Cor. 4:5; Luc. 11:36, etc.). Obviamente ser “iluminado” constituye una referencia a ser bendecido con el conocimiento de la verdad: “[…] para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efe. 1:17-18; cf. cap. 3:9; 2 Tim. 1:10). Siguiendo el principio de que la Biblia es su propio intérprete, debemos descartar la posible referencia al bautizo con el verbo “iluminado”.[5]
2) “Y gustaron del don celestial […]”. Esta expresión denota la eucaristía y consecuentemente “la suma total de las bendiciones espirituales que están selladas sacramentalmente y cobran sentido en la eucaristía”.[6] Pero, ¿es esto lo que significa el “don celestial”? Algunos eruditos pueden decir: “Cualquier interpretación especial, tal y como la de la eucaristía o más generalmente la de perdón, paz y otras similares, queda corta de la idea general que se requiere aquí”.[7]
No hay que ver la expresión “don celestial” en forma tan ambigua o restringida, pues la misma Escritura nos dice cuál o cuáles constituyen los dones celestiales. a) Jesús, “el don de Dios” (Jn. 3:16; 4:10). b) El Espíritu Santo (mencionado directamente en este pasaje, v. 4b), (Jn. 14:16; Hech. 2:38; 8:20, etc.). c) La gracia de Dios y el don de la justicia (Rom. 5:15, 17; 2 Cor. 9:15; Efe. 4:7). “El don celestial” puede ser una expresión superlativa que abarca todos estos demás dones que vienen en y por un solo medio: nuestro Señor Jesucristo. Es probable también que el escritor inspirado sencillamente esté haciendo referencia el don de la salvación o quizá un don especial del Espíritu (Rom. 5: 15; 1 Cor. 12, cf. Heb. 6:4b).
3) “Hechos partícipes del Espíritu Santo […]”. Esta declaración no es inconclusa como parece sugerir F. F. Bruce, relegando su significado a las expresiones siguientes. No descarto que esta expresión deba ser entendida en el contexto de las otras que le anteceden y siguen, ya que “el original griego indica la estrecha relación que hay entre la cláusula precedente y esta”.[8] Lo que creo es que la frase en sí misma tiene suficiente peso y sentido como para entender a lo que hace referencia. De no ser así, creo que sería la única de la lista presentada aquí.
La participación del Espíritu Santo puedo ser una realidad para los cristianos hebreos por medio de “un derramamiento” del Espíritu como poder iluminador y regenerador que dio como resultado la conversión (Juan 3:5; Tit. 3:5-7), o mediante el impartimiento de algún don especial para la edificación de la iglesia (1 Cor. 12).
Craig S. Keener nos dirá que el “judaísmo primitivo limitaba la posesión del Espíritu. Los Rollos MM limitaban la actividad del Espíritu Santo a la congregación de los hijos de la luz; es decir, los que estaban de acuerdo con ellos […]”.[9] Luego nos dirá claramente que “’iluminados’ o ‘alumbrados’ claramente significa convertidos, como en 10:32; los Rollos MM similarmente hablan de sus maestros como los ‘iluminadores’ y de sus maestros como ‘hijos de luz’ […] tanto el uso de ‘celestial’ en la carta (cf. el 3;1; 8:1-5) como la iluminación del Espíritu Santo a los cristianos en la literatura cristiana primitiva, también indican que esta persona era genuinamente convertida”.[10]
4) “Asimismo gustaron de la buena Palabra de Dios y los poderes del siglo venidero […]”. El “asimismo” usado aquí da énfasis a la “participación” del Espíritu. No solo es que los destinatarios de este fuerte mensaje habían “tenido parte en el Espíritu Santo” (NVI), sino que también “gustaron” (gr. géuomai), “la buena Palabra de Dios”. El verbo “gustar” es muy enfático, no hace referencia a una experiencia o conocimiento superficial, denota “estudio, meditación y aceptación”.[11] Los cristianos hebreos escucharon la “buena Palabra”, la estudiaron detenidamente, la meditaron profundamente y la aceptaron gozosamente. Esto solo puede ser verdad si se hace referencia a cristianos genuinamente convertidos.
Pero hay algo más que “gustaron”, “meditaron” y “aceptaron” los creyentes referidos en estos versos: “los poderes del siglo venideros”. Algunos han visto aquí una referencia a las “obras poderosas” que acompañaron a la proclamación del Evangelio como señales que atestiguaban que “el siglo venidero ya había entrado en el siglo presente”.[12] “En principio nos es dado experimentar en la era presente los poderes que pertenecen a la era futura […] Cuando la era venidera amanezca, conoceremos plenamente los poderes sobrenaturales que ahora se nos permite observar”.[13] William Barclay nos dirá: “El cristiano saborea ya, aquí y ahora, las bendiciones de la era por venir, del Reino de Dios. Aun en el tiempo prueba, saborea ya anticipadamente la eternidad”.[14]
El hecho de que estos cristianos habían “gustado” los “poderes celestiales” denota que habían participado de ellos, “ya fuera recibiendo personalmente una curación u otro beneficio, o haciendo un milagro, o haberlo presenciado”.[15] En esta parte concluye la lista de bendiciones. Barclay observa que el “autor de Hebreos completa así su brillante catalogo de bendiciones del cristiano; y después, de pronto, resuena como un trueno: ‘¡Pero se vuelven apóstatas, se vuelven atrás!’”.[16]
Y con esta declaración llegamos a la parte que define todo el asunto: “Es imposible que […] sean otra vez renovados para arrepentimiento […]”. Ahora debemos notar que la enumeración de las “diferentes cualidades” era sólo “para mostrar que esas personas habían tenido una experiencia auténtica. Habían sido testigos del gran poder de Dios en su vida y en la de otros. Se les había confiado mucho, y mucho se les pediría”.[17] Es difícil entender estas declaraciones de otra manera. He leído el pasaje una y otra vez y no puedo verlo de otra forma.
Es natural comprender que los que creen en la doctrina de la perseverancia eterna de los santos no pueden ver ni aceptar la idea que acabo de puntualizar en el párrafo anterior. Porque, ¿cómo permanecería de pie su sistema de creencias? Deben buscar una respuesta como alternativa que los inmunice contra la verdad sostenida por estos versos.
Hay que reconocer que este pasaje y otros que aparecen en la misma carta a los Hebreos (cf. caps. 2:1-4; 3:7-4:13; 10:26-39; 12:12-29), así como en otras partes de la Biblia, plantea cuestiones serias a la doctrina de la perseverancia eterna de los santos. Por ejemplo, la permanencia en la fe y los privilegios que comporta se presenta una y otra vez en la Biblia como un hecho condicional, sujeto a. Por ejemplo, después que el apóstol Pedro expuso las virtudes de la vida cristiana, dijo categóricamente: “Si hace estas cosas no caerán jamás y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor Jesucristo […]” (2 Ped. 1: 12b-13, NVI). Pero el aspecto de condicionalidad no debe asustarnos, como si eso fuera a causar el colapso del Plan de la Salvación, o fuera a erosionar la soberanía divina; sencillamente significa que algunos seres humanos lo aceptan mientras otros no, y que algunos que lo han aceptado permanecerán firme por la fe, mientras que otros no.
De igual manera, cuando leemos la historia de Abrahán, descubrimos (muy a pesar de que se nos ha dicho que esas promesas eran incondicionales) que existía un elemento condicional para retener semejantes promesas. Dios le digo claramente que la única manera que Él podía cumplir “lo que le había prometido”, era si instruía “a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del SEÑOR y pongan en práctica lo que es justo y recto” (Gén. 18:19, NVI). Luego le hizo saber a Isaac que derramaría sobre él las mismas bendiciones por una razón fundamental: “Porque Abraham me obedeció y cumplió mis preceptos y mis mandamientos, mis normas y mis enseñanzas” (Gén. 26:5, NVI, las cursivas no están en el original). Aquí no se habla de salvación por obras, pero sí se habla de la perseverancia en el camino de Dios por la fe. Estos versos revelan que las bendiciones de las promesas podía perderse si no se mantenía una relación de sumisión y fe a la voluntad revelada de Dios. Cuando la nación de Israel no mantuvo este estándar de fe, ¿qué ocurrió? Fueron desechados y en su lugar surgió la iglesia cristiana. Los cristianos son llamados en la carta a los Hebreos “los herederos de la promesas” (Heb. 6:17, cf. 12b).
Simón J. Kistemaker reconoce que “estamos ante un misterio cuando vemos a Dios sacar de Egipto a la nación escogida, Israel, y luego destruir a la gente de veinte años y arriba en el desierto (Nm. 14:29); o cuando vemos a Jesús pasar una noche en oración antes de designar a Judas como uno de su discípulos (Lc. 6:12, 16) y más tarde declarar que Judas estaba ‘condenado a la perdición’ (Jn. 17:12); y también cuando vemos a Pedro aceptar a Demas como compañero evangelista y ver cómo éste años más tarde abandona a Pablo porque, en las palabras del mismo Pablo, ‘Demas amaba este mundo’ (2 Tim. 4:10)”.[18] Luego observa perspicazmente que “el escritor de Hebreos observa que los desobedientes israelitas murieron en el desierto a causa de la incredulidad. Por analogía, es real la posibilidad de que personas que han confesado a Cristo, caigan (Mat. 7:21-23)”.[19]
Creo que la Biblia revela una y otra vez que aquellos que heredarán la eternidad no son los que fueron objetos de una decisión o determinación divina, sino aquellos que aceptaron voluntariamente el “don celestial” y después de aceptarlo, perseveraron en la fe. La fe, si bien es un don de Dios, es también nuestra respuesta al don que Dios nos ha dado en su divino amor (Jn. 3:16). Una y otra vez leemos: “Al que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mat. 10:22; 24:13; Mar. 13:13). También leemos repetidas veces: “Al que venciere […]” (Apoc. 2:7, 11, 17, 26; 3:12; 21). Luego leemos categóricamente: “El Espíritu y la esposa dicen: “¡Ven!” Y el que oiga, también diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed y quiera, venga y tome del agua de la vida de balde” (Apoc. 22:17). Es claro, “el que tenga sed y quiera”.
Entonces, qué decir de la imposibilidad de arrepentimiento de las personas referidas bajo semejantes forma de apostasía. Ya referimos que “los alcances de la caída pueden ser juzgados por los privilegios concedidos”. Como los privilegio son tantos, la caída (en este contexto) será fatal. Pero es bueno saber que “cuando leemos este pasaje, debemos recordar que se escribió en una época de persecución: y en tiempos así la apostasía es el pecado capital”.[20] Doscientos años después de haber sido escrita esta carta, cuando concluyó la persecución del emperador Dioclesiano, la “única prueba que le aplicaban a los miembros de la Iglesia que había sobrevividos, era: ‘¿Renegaste de Cristo para salvar la vida?’ Si había renegado de su Señor, desde entonces tendría cerrada la puerta de la iglesia”.[21]
En nuestro pasaje resulta claro que el autor de la carta a los Hebreos tiene un pecado en mente: la apostasía deliberada. En relación con otro tema, el autor de Hebreos nos dirá: “Si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrifico por el pecado” (cap. 10:26). “El escritor nada dice en cuanto a la restauración de un pecador endurecido; a lo que se refiere es a la imposibilidad de quitar el pecado a causa de que la persona peca deliberadamente. La palabra deliberada recibe todo el énfasis en el griego original por estar en primer lugar en la oración”.[22] De manera que lo nuestro autor no dice, no demos decirlo nosotros.
Algunos interpretan la declaración “renovados para arrepentimiento” como “para que se produzca el deseo de arrepentirse”. Luego se nos dice: “Este no es el caso de un hombre que procura volverse a Dios, pero que le es imposible arrepentirse, sino el de un hombre que no desea regresar a la vida de la cual se apartó”.[23]
La correcta interpretación de este pasaje también depende mucho de la comprensión que tengamos del participio griego que se traduce “crucificando”. Esta construcción griega con un participio “puede expresar tiempo, causa, condición o propósito”. De manera que algunos interpretes han sugeridos que el sentido aquí es temporal por lo que el pasaje debiera traducirse: “es imposible renovar el arrepentimiento mientras continúen crucificando al Hijo de Dios”. Es común este uso temporal del participio en las Escrituras. Entonces, si así se acepta este sentido, lo que el pasaje está diciendo es que “los que han apostatado no pueden ser restaurados mientras continúen sin arrepentirse”. Entonces entra aquí en efecto el consejo de Santiago: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (cap. 5:20). Este parece ser el sentido cuando se lee en las versiones RV 1960, NVI o BJ. Entonces, es evidente que existe la posibilidad de que un cristiano se aparte de la verdad e incluso que pueda ser rescatado de su estado de apostasía.
Por otro lado, si aceptamos el uso causal del participio (“en vista de”, “puesto que”, “debido a”, etc.), entonces debemos considerar que nuestro difícil pasaje se ocupa del pecado imperdonable, “pues los culpables de este pecado son los únicos que no pueden ser renovados para arrepentimiento. Este pecado generalmente se manifiesta en un continuo rechazo de las invitaciones de Dios y de las súplicas del Espíritu. Se trata de un endurecimiento del corazón, hasta que ya no hay ninguna respuesta a la voz de Dios. Por esta razón una persona que ha pecado contra el Espíritu no siente arrepentimiento, ni experimenta dolor por su pecado, ni desea apartarse de él, pues no hay una conciencia que lo acuse. Si alguno tiene el sincero deseo de hacer lo correcto, puede creer confiadamente que aún hay esperanza para él.
“Esto debería ser una fuente de consuelo para el alma desanimada, pero de ninguna manera debería usarse como un incentivo para el descuido. Dios desea consolar a los desconsolados, pero también quiere advertir a su pueblo en cuanto al peligro de llegar al punto sin retorno”.[24]
Resulta claro entonces que lo “imposible” viene a razón de lo que se rechaza. Esta clase de apostasía deja al ser humano vacío de Dios y más allá de su amor redentor. Estamos hablando aquí del pecado imperdonable. Y de este tipo de pecado no es posible rescatar a alguien (cf. 1 Jn. 5:16).
Veamos ahora brevemente algunas palabras sobre la declaración “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Estas palabras obviamente son metafóricas, pues no es posible que Jesús sea crucificado físicamente “de nuevo”. Pero la expresión “de nuevo” posee un sentido muy singular ya que esta carta fue enviada a judíos convertidos al cristianismo. Fueron los judíos precisamente que rechazaron originalmente a Cristo (cf. Jn. 1:11), y ahora que muchos de ellos (incluyendo líderes importantes) lo habían aceptado como el Mesías estaban siendo sacudidos en su fe y corrían el riesgo de apostatar de la verdad del Evangelio. De manera que “de nuevo” es parte de esta seria advertencia. Es una expresión que pone el dedo en una llaga dolorosa, pero que debía ser sanada por la permanencia en la nueva doctrina por medio de la fe. La incredulidad había hecho naufragar a sus antepasados (Heb. 3:16-19), y también podía hacerlos colapsar a ellos, de manera que, la única forma de mantenerse de pie, no era confiando en un inexorable decreto divino, sino en disponerse personalmente a labrar su “salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). La fe es algo subjetivo, es un don de Dios vertido en nuestra mente y corazón, por lo tanto, debe ser cultivada día a día por medio de la contemplación, el estudio de la Palabra de Dios y la sumisión voluntaria y dispuesta a la voluntad de Dios.
La advertencia es seria, porque lo que puede ocurrir es grave, pero en el verso 9 el Apóstol pone su mano sobre los hombros de estos creyentes y les dice con amor: “Queridos hermanos, aunque nos expresamos así [con semejante fuerza y seriedad], estamos seguros que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación [no a la perdición]” (NVI). Luego en los versos 10-11 enumera algunas de sus buenas obras que son en sí mismas evidencias de la fe que ha estado operando en ellos (cf. Sat. 2:17-26). Entonces viene el mejor de los consejos: “No sean perezosos [no se sienten], más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas” (v. 12, NVI). Los cristianos hebreos tenían dos grupos como ejemplos: 1) Sus antepasados que habían triunfados a pesar de que muchos otros cayeron en el camino (Heb. 11; 21:1), y 2) los que en sus propios días estaban “heredando” las mismas promesas, ya fueran de su propio pueblo de entre los gentiles (cf. Rom. 9:30-32). Así que, si tantas personas habían perseverado y triunfado por la fe y aun en el presente estaba algunos perseverando y triunfando por la fe, ¡ellos también podían hacerlo!
No puedo ver aquí otra cosa que la triste realidad de que los cristianos (y no voy a decir “cristianos verdaderos” emitiendo juicio sobre ellos, algo que solo corresponde a Dios), pueden perder su fe, pero mucho más, veo también aquí la realidad de que también podemos permanecer en la fe, gracias a las advertencias, correcciones y motivaciones que nos da la misma palabra. Termino con un pasaje que contiene ambas verdades:
“No desechéis, pues, vuestra confianza, que tiene grande recompensa. Porque la perseverancia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poco, muy poco más, y el que ha de venir vendrá, y no tardará’. ‘Ahora el justo vivirá por la fe. Pero si retrocede, no me agradará’. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que creen y alcanzan la salvación” (Heb. 10:35-39). Esta es la verdadera perseverancia de los santos, aquella que proporciona seguridad eterna.
Notas y Referencias:
[1] Estos argumentos son tomados de la nota de la NVI sobre Heb. 6:4-6, (Editorial Vida, 2002), p. 1956.
[2] Una buena respuesta a este argumento puede ser leído en una obra de varios autores, Walter C. Kaiser Jr., Peter H. Davids, F. F. Bruce, Manfred T. Branch, Pasajes Difíciles de la Biblia (Editorial Mundo Hispano, 2010), pp. 671-673.
[3] Esta es la posición que asume Thomas D. Lea, El Nuevo Testamento, su trasfondo y su mensaje (Editorial Mundo Hispano, 2000), pp. 532, 533. Hay incluso algunos eruditos que prefieren ver estas palabras de Hebreos “desde la perspectiva práctica del autor. Puesto que sabía que escribía a un grupo de personas que profesaba ser cristiano (y aparentemente pensaba que lo eran), también sabía que algunos de ellos pudieran ser personas no genuinamente salvadas” (Paul N. Benware, Panorama del Nuevo Testamento [Editorial Portavoz, 1990), pp. 253, 254. Personalmente no creo que este argumento pueda probarse con la carta a los Hebreos, porque no logro asimilar la idea de que el apóstol estuviera escribiendo para cuestionar la profesión de fe de los destinatarios de la carta.
[4] F. F. Bruce nos dirá: “Resulta tentador entender el verbo aquí en el sentido del bautizo, […]” (La Epístola a los Hebreos [Libros Desafíos, 2002], p. 121.
[5] Si bien la interpretación del texto sagrado no hace a un lado el sentido histórico subyacente en el pasaje, no podemos usar una costumbre de casi un siglo después de la composición de la carta para forzar una idea en el texto. Bruce no presenta evidencia para probar que la palabra “iluminado” tenía el sentido de “bautizado” en los días apostólicos. Los más cerca que llega es a “la mitad del segundo siglo” (Ibíd.).
[6] Bruce, Ibíd., p. 122.
[7] B. F. Westcott, Comentary on the Epistle to the Hebrews (Gran Rapids: Eerdmans, 1950), p. 148, citado en Simon J. Kistemaker, Hebreos, Comentario al Nuevo Testamento (Libros Desafíos, 1999), p. 190.
[8] Kistemaker, Ibíd., p. 190. La relación más directa de “participantes del Espíritu Santo” obviamente es “imposición de manos”.
[9] Comentario del Contexto Cultural de la Biblia, Nuevo Testamento (Editorial Mundo Hispano, 2003), p. 623.
[10] Ibíd.
[11] Comentario Bíblico Adventista, tomo VI, p. 449, (CBA, de aquí en adelante)
[12] Bruce, Ibíd., p. 123.
[13] Kistemaker, Ibíd. p. 191.
[14] Comentario al Nuevo Testamento, 17 tomos en 1 (Editorial CLIE, 1999), p. 895.
[15] CBA, tomo VI, p. 449.
[16] Ibíd., la cursiva está en el original.
[17] CBA, tomo VI, p. 450.
[18] Ibíd., p. 195.
[19] Ibíd.
[20] Barclay, Ibíd., las cursivas están el original.
[21] Ibíd.
[22] Kistemaker, Ibíd., pp. 193, 194.
[23] CBA, tomo VII, las cursivas no están en el original.
[24] Ibid., pp. 450, 451.