La pornografía y sus efectos en la sexualidad
sábado 4 de diciembre de 2010
Por: Mercedes Ramírez Guerra
Psicóloga
D ebemos iniciar este artículo diciendo que el ser humano se define como la unidad personal sexuada de espíritu, mente y cuerpo. La sexualidad humana es una dimensión fundamental del ser humano porque es necesaria para identificar al ser humano como tal, ya que está íntimamente relacionada con la afectividad, la capacidad de amar y la aptitud para relacionarse con los demás. Es por esto que cuando hablamos de sexualidad tenemos que adentrarnos en las relaciones interpersonales, en los sentimientos más íntimos de unos y otras y ver sus efectos en el desarrollo y autodesarrollo del ser humano. Es una realidad de por si valiosa por el hecho de pertenecer a la intimidad de lo humano, pero que influye en la calidad de vida de ambos géneros, de la familia, y de la sociedad...Continúa...
La sexualidad está vinculada orgánicamente a la personalidad, es vida, placer, descubrimiento, está ligada, además, como dijera el sexólogo brasilero Malcolm Montgomery, “… al renacimiento, al desarrollo personal, a lo interaccional, a lo lúdico, a lo comunicacional, a lo nuevo, a la magia, a la belleza y a la naturaleza, al amor y a la salud”.
Como unidad personal sexuada, la vivencia humana de la sexualidad también ha de conducirse por las facultades superiores que dignifican al ser humano; es decir aunque contamos con un sustrato biológico natural, no son sólo los instintos quienes nos guían, sino una libertad inteligente que es capaz de elegir el bien, y actuar por amor. La sexualidad, aislada de la inteligencia, se independiza de ella, por ser uno de los impulsos más fuertes del hombre. En ese caso se deshumaniza, y deshumaniza al hombre mismo, atándolo a deseos que le arrastran determinísticamente. En cambio, armonizada con las restantes dimensiones del espíritu, contribuye a la armonía del ser humano y encuentra su sentido humano: la donación recíproca del hombre y la mujer.
El ser humano también es un ser cultural. La creación de cultura corresponde a su forma de ser. Es normal que haya influencias culturales que afecten en el proceso de identificación con la propia sexualidad que viven el niño y el adolescente. Una buena educación sexual, por lo tanto, contribuirá a que el individuo se desarrolle y realice plenamente como hombre o como mujer, porque la sexualidad humana es “plástica” o moldeable por las elecciones libres que el individuo puede tomar y por los procesos culturales que forman la afectividad.
Por otro lado, la pornografía que es el tema que nos ocupa, es definida por la Real Academia Española como “el carácter obsceno de las obras literarias o artísticas”. En el Segundo Simposio Nacional Multidisciplinario de la Sexualidad Humana, en Argentina, se ha considerado que la actual pornografía desvirtúa la sexualidad humana, expresándola en formas violentas, ya sea explícitas o implícitas, y siempre en una relación de poder y servidumbre de la mujer hacia el hombre o, del adulto hacia el menor (ambos sexos) u otras distorsiones.
La pornografía se manifiesta a través de multitud de disciplinas, como cine, escultura, fotografía, historieta, literatura o pintura, y ha logrado un gran auge en medios como las revistas pornográficas y últimamente a través del Internet. Podemos decir entonces que es un producto cultural que está inmerso en nuestro contexto social que altera el comportamiento sexual en general, porque el hombre se transforma en lo que contempla, por ende es una grave amenaza para la sociedad, la familia, los hijos y la felicidad individual.
Aunque parezca paradojal, a pesar de que hoy vivimos bombardeados por la información que procede de múltiples fuentes, la desinformación sobre el tema de la sexualidad es preocupante. De esta manera muchos adolescentes se encuentran ante una poderosa estimulación erótica ambiental sin la debida preparación, indefensos. Hay estudios que prueban que los niños que fueron mejor formados en cuanto a la sexualidad, superaron con mayor éxito los embates ambientales de la adolescencia.
Por otro lado, jóvenes expuestos a la pornografía son mucho más dados a la infidelidad, al consumo de sustancias estupefacientes, y a practicar formas de sexo arriesgadas, que pueden incluir la violencia. Es relación de causa-efecto: los adolescentes practican, copian, lo que ven. Precisamente, la pornografía daña aún más a esa generación joven que no ha conocido un mundo sin ella, que la ven como una práctica generalizada, habitual. Muchos adolescentes que se aficionan a la pornografía sienten vergüenza al principio, perdiendo su autoestima y la seguridad de su identidad sexual, pero estos sentimientos rápidamente quedan atrás y son reemplazados por el goce sin mayores sentimientos de culpa, a medida que aumenta la frecuencia de la práctica.
Otro estudio también muestra como el consumo de pornografía lleva al usuario a la práctica de actos sexuales cada vez más “bizarros”, mostrando asimismo una tendencia a desarrollar problemas de autoimagen corporal, y una confusión a la hora de juzgar la prevalencia de comportamientos sexuales de riesgo, pues los usuarios tienden a ser de-sensibilizados al tipo de pornografía que usan, se aburren y buscan formas más perversas de pornografía.
También se ha comprobado que la pornografía deja la impresión en los espectadores de que el sexo no tiene relación con la intimidad; que no está relacionado con el amor, el compromiso o el matrimonio; que formas extrañas del sexo dan la mayor satisfacción y que el sexo irresponsable no tiene consecuencias adversas.
Por su parte, una encuesta realizada a 64 mujeres y 39 varones, con el fin de conocer sus opiniones sobre la regulación del material pornográfico, reveló que los hombres reconocieron, de forma contundente, afectos “positivos” del material sexualmente explícito sobre las demás personas aduciendo que la pornografía reduce la inhibición hacia el sexo, Sin embargo, la mayoría de los encuestados reconoció efectos negativos producidos por la exposición a material pornográfico, tales como la cosificación de la mujer o la pérdida de respeto entre hombres y mujeres.
Por último diremos que existen estudios que sustentan que los hombres casados que utilizan la pornografía se sienten menos satisfechos con sus relaciones maritales y menos conectados emocionalmente con sus esposas.
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