domingo, 2 de enero de 2011

¿ MIS PROPOSITOS DE AÑO NUEVO?


Sal 20:4  Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo. (Reina-Valera 60)
Sal 20:4 Que te conceda Dios lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes.(BAD, La Biblia al Día)
Ha iniciado un nuevo año y las personas se plantean metas y objetivos.  Decidirse a reducir tallas, a vivir más sanamente, a dejar hábitos dañinos, todo es parte del ritual de plantearse “buenos propósitos de año nuevo”.  Le invito a que revisemos esta práctica.
La RAE define “propósito” como:
1.-  El ánimo , la intención (el deseo, el anhelo) de hacer o de no hacer algo .
2.- Cosa que se pretende (se desea) conseguir.
Cualquier persona puede plantearse propósitos, intenciones y deseos, intentar conseguir metas y planes, todo lo cual es válido. La  pregunta es: ¿nuestros deseos, planes y propósitos están de acuerdo con la voluntad de Dios?  ¿Cuál es el origen de mis metas y objetivos? ¿Provienen de mi carne, de mi ego, de mi Yo? ¿Vendrán de mi ambición, de mi codicia o de mis deseos puramente terrenales?  ¡Todo creyente debería responder a esas preguntas a la luz de la Palabra de Dios!
Tal vez el mayor cuidado que deberíamos tener respecto a nuestros deseos, consista en evitar que éstos sean motivados por la CODICIA.  ¿Qué es la codicia? Es desear con ansia, con vehemencia, obtener riquezas o cualquier tipo de posesiones materiales.  Al respecto, la Biblia nos advierte:
Exo 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Desear de forma desmedida, vehementemente o con lujuria alguna cosa o incluso alguna persona es, sin duda, un mal deseo.
Incluso ocurre que las personas violentan las leyes terrenales y la Palabra de Dios con tal de alcanzar sus metas y cumplir sus deseos.
La Biblia insiste:
Pro 6:25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos.
Evidentemente es normal que un hombre desee casarse con una mujer que le gusta, que le parece hermosa; pero dejarse llevar por el deseo sexual que provoca la hermosura, es un gran error.
Pro 31:30   Engañoso es el encanto y pasajera la belleza.
Otro deseo natural y de buen nombre es poseer una casa dónde vivir.  Pero la Palabra marca claros límites al respecto:
Miq 2:2  Codician campos, y se apropian de ellos; casas, y de ellas se adueñan.
Codiciar una propiedad, desearla desmedidamente, puede ser piedra de tropiezo en nuestra vida espiritual.  Un deseo de semejante naturaleza nos empuja con fuerza hacia el pecado.
 Hab 2:9  ¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa!
Es igualmente normal desear cosas para acondicionar la casa, pero éstas deben ser ganadas de forma honesta.  El afán desmedido y la codicia nos conducen a tratar de obtener las cosas de manera fraudulenta, aceptando cohecho, robando o hasta endeudándonos fuera de las posibilidades reales de pago.  Las cosas en sí mismas, según se ve, no son malas. Incluso ni siquiera es malo desearlas, pero es terrible darle lugar a la codicia, al afán por obtenerlas.
Incluso la codicia que no ha producido aún su fruto de maldad es ya un pecado:
Mat 5:28  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Dios nos dio impulsos sexuales, pero es contra Dios usarlos fuera del marco del matrimonio.  La codicia sexual puede, fácilmente, hacernos perder el control. Entonces somos nosotros quienes vivimos bajo el control de tales impulsos.  Hombres como David o Sansón pagaron un alto precio por dejarse dominar por sus deseos sexuales.
Y finalmente, en la cima de las aspiraciones terrenales, el dinero, que ciertamente sirve para todo pero que puede despertar la codicia:
1Ti 6:10  Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
El amor al dinero se considera un deseo insano que nos puede desviar de los caminos de Dios y que al final nos llena de dolor y de amargura. ¡Cuántos cristianos, cuántos ministros, cuántos cantantes cristianos se han dejado seducir por el dinero y prostituyen los dones y los talentos que Dios les dio! ¡El dolor y la amargura, un día, harán presa de ellos!, pues está escrito: “su pecado los alcanzará”.

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